Lima, Dic. 14 (Prensa Crítica) Las últimas declaraciones del inefable, Rafael Rey, en torno al flamante Presidente del Consejo de Ministros, Oscar Valdés, a quien califica de uno de los mejores ministros de Humala, confirman el rumor que estaba en boca de todos, pero que nadie se atrevió aceptar. Todavía era temprano y hasta imprudente soltar declaraciones sobre la ambigua opción de nuestro Presidente de la República, quien parecía ocultar a la opinión publica y guardar bajo siete llaves, por temor al rechazo general, un secreto bien guardado. Pero, la aparición de Rafa apoyando como una fiera celosa al nuevo gabinete confirmaron mis sospechas. Ahora sí, no me quedan dudas: Humala salió del closét y se pasó al otro equipo, antes que el mismo Rey, quien tiene problemas para asumir su verdadera opción.

Efectivamente, este gobierno no ha tenido problemas para gritar a los cuatro vientos la opción que guiará su política durante estos cinco años, sin importarle los pactos que realizó con sus aliados de izquierda y de centro, a quienes expectoró de un porrazo para ponerse las siliconas y la peluca de Rey y de la derecha. Sin ningún reparo moral, el gobierno ahora se abre paso por las duras calles de las inversiones anunciándose como meretriz al mejor postor, en las esquinas de las finanzas que antes la rechazaban por su rebeldía contestataria de mujer andina empobrecida pero jamás burlada. Ahora abre sus pétalos a quien la toca, cual mariposa traicionera seduciendo a los pistilos del capitalismo.

En un abrir y cerrar de ojos, degradó el lema de la "trasnformación" que ahora significa otra cosa, menos un cambio social. Esta transformación esta mas cercana al lema de "vive la vida loca", que al lema esgrimido durante la dura campaña electoral en donde Ollanta Huamala prometió cambiar los cimientos de este pais.

Ahora quienes celebran son los Mariategui, los Kuczynski, los Fujimori, los Wong, que representan al sector poderoso y corrupto que luego de recuperar el poder por la ventana y tras perderlo por las ánforas, intenta retenerlo por la fuerza, con las balas y los tanques. Mientras tanto, la gran mayoría de la población llora por una traición, burlada otra vez, por un gobierno que prometió la transformación del país y terminó más transformado que travesti de cabaret, igual que los anteriores gobiernos, con peluca y cartera, lejos del pueblo y más cercano a los salones y protocolos.

Los delincuentes celebran con whisky y vino otra victoria pero el mundo da vueltas y la traición se paga caro. Eso lo sabe el pueblo peruano que nunca olvida.

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