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Érase una vez...una laguna encantada

Publicado: 2011-12-12

Lima, Dic. 10 (Prensa Crítica) Quienes aguardan con optimismo la culminación del proyecto "Nación", iniciado hace dos siglos, ven colisionar sus expectativas con una verdad inocultable. Este país parece reacio a forjarse como nación y va camino a convertirse en un país encantado que no necesita un presidente, sino un chamán que lo exorcice de sus viejos demonios.

En las postrimerías de su bicentenario como República, nuestro país no ha logrado consolidar un proyecto nacional debido a viejas taras heredadas de la colonia como el centralismo limeño y el racismo heredado de la conquista. Los últimos sucesos en Cajamarca lo confirman y echan por tierra la esperanza de cambio depositada en el proyecto nacionalista de Humala que colisiona con 500 años de un centralismo limeño arraigado desde la colonia que excluye a las provincias en el reparto de las riquezas del Estado, provenientes de la minería.

Colisiona, además con los intereses de una poderosa oligarquía agraria de la costa formada durante los últimos 30 años al amparo de gobiernos liberales que liquidaron las cooperativas y los sindicatos en perjuicio de los trabajadores, quienes se vieron obligados a rematar sus tierras a los herederos de la contrareforma agraria que acumulan tierras en todo el país. El caso Andahuasi es un ejemplo de los vacíos y contradicciones de este proyecto del gobierno que padece de una falta de definición ideológica, como lo demostró el caso Chehade.

Desde esa perspectiva, el proyecto de Humala es un aborto que nace y se estrella con la Constitución Política neoliberal que consagra el triunfo de 30 años de reformas liberales, en donde se exalta a los empresarios antes que los trabajadores, a quienes se ha despojado de todos sus derechos laborales. Durante estas tres décadas nefastas para los obreros se desarticuló el pujante movimiento sindical obrero y agrario al perseguir y encerrar a sus principales líderes acusándolos de terroristas, descabezando así a las organizaciones que hasta la fecha no tienen dirección política.

La subversión y el terrorismo de estado tienen su origen en este periodo trágico de nuestra historia. Surgido en la década de los 70, junto a otros grupos insurgentes de américa, Sendero Luminoso, apareció más como un experimento elaborado en los laboratorios de la CIA, para controlar la boyante producción de cocaína en los valles protegidos del Perú, antes que una respuesta espontánea de las masas indígenas populares a varios años de opresión.

Por varios años el terrorismo de Sendero Luminoso vivió bajo la sombra protectora de grupos ecologistas radicales ingleses, escondido en los valles protegidos por las reservas nacionales, bajo el amparo cómplice de los gobiernos de turno y de los EEUU, hasta que el fujimorismo le cortó la cola y acabó con este pecaminoso concubinato: estado-terrorismo-narcotráfico, que hoy ha estrechado nuevamente sus lazos extramatrimoniales.

Como ningún otro suceso en nuestra historia, la aparición de Sendero marca una punto de quiebre en el país, pues es en este momento en que el movimiento sindical obrero y campesino que venía de los cauces de la izquierda recibe un duro golpe y termina descabezado. El terrorismo de estado surgido de los laboratorios de la CIA, acabaría de esta manera, con el último reducto de la izquierda latinoamericana: los sindicatos obreros.

Desde ese momento, los poderosos empezaron a jugar a las encantadas con los trabajadores. Al no existir movimiento sindical, los dueños de las empresas jugaban a las cartas con el destino de los trabajadores, ante la impotente mirada de los sindicatos que eran lugares de catarsis en donde se depositaban las quejas y se podía encontrar uno con viejos amigos para compartir las penas del otro. Es en este momento en donde se desata esta suerte de endemoniado encantamiento, el preciso momento en que se jodió el Perú, si se prefiere utilizar términos más literarios.

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